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Reseña - 'Arden las redes'

                                                                  Aitor Martinez Gorosmendi

'Arden las redes' es un libro de Juan Soto Ivars en el cual éste observa y analiza la función y el efecto de las redes sociales en nuestra vida, en la forma en la que actuamos y nos relacionamos una vez que iniciamos sesión en estas.  

¿Nos convertimos en personas diferentes cuando entramos en una red social como twitter? La diversidad de opiniones no parece tener cabida en una red social en la cual impera la supremacía moral. Encima, las redes y los usuarios de éstas funcionan como ficheros con memoria que sacan a la luz cualquier contenido viejo con la intención de contradecir, deslegitimar o incluso acosar a todo aquel que quiera salirse del rebaño. No hay cabida para los cambios de opinión y reflexión, pero, ¿de qué gente hablamos cuando nos referimos a esto? Parece que estamos frente a un ente superior, una autoridad o un grupo de presión, ¿Es la izquierda moralista que dictamina lo que está bien y lo que está mal? ¿tal vez la derecha? ¿lo políticamente correcto?

Al referirse a la poscensura, es interesante la reflexión acerca de  la simbiosis del mundo offline y online que hace Soto Ivars. No somos la misma persona una vez que iniciamos sesión, parece que desarrollamos otra personalidad, mucho más atrevida, envalentonada, sin escrúpulos para hacer denuncias públicas y cumplir la función de policía online. Y ese es el problema, Twitter no es un reflejo de la sociedad o de ese mundo offline, nuestro día a día no se basa en la discusión y el conflicto, a diferencia de Twitter. Entonces, algo ocurre cuando iniciamos sesión, desarrollamos una guerra cultural que tiene por víctima todo aquel que quiera opinar sobre cuestiones que puedan ofender a diferentes grupos de presión.

 

Es importante recalcar esto último, Juan Soto hace una reflexion interesante acerca de la izquierda y las fuerzas progresistas en relación con las minorías y sus reivindicaciones en el mundo digital. Hay un afán por parte de estos grupos por influir en la política de  manera decisiva, buscan modificar el diccionario por "definiciones ofensivas" y su visión debe de ser aceptada en el mundo digital. Como dice Diego Salazar cuando lo cita Juan Soto en el libro: "vivimos en una época en la que cierto tipo de progresistas, en su afán por reivindicar la diversidad, han conseguido convertir ciertos rasgos identitarios sobre los que los individuos tenemos poco o ningún control en corsés definitorios para muchas personas". Es decir, podemos hablar del abandono de la racionalidad para sustituirlo por un  sentimentalismo que sentencia y decide lo que debe de estar en el centro de la agenda política.

Me parece preciso hilar este concepto con otro libro, en este caso de Daniel Bernabé, titulado 'La trampa de la diversidad', en el cual el autor expone  cómo la ideología se ha convertido en una coartada para afirmar nuestra personalidad aislada, cómo estos grupos han encontrado la problemática en campos meramente simbólicos y no en lo económico, o en lo laboral. Estas políticas de identidad y guerras culturales se materializan en redes sociales como Twitter, donde no puedes hacer una crítica constructiva de la comunidad LGTB si eres un hombre cis heterosexual, aunque probablemente si puedas hacerlo si procedes de otras minorías oprimidas, el afectado en cuestión decide. Es irónico.

Por lo tanto, ¿cedemos ante estos grupos de presión y

nos auto censuramos? ¿Cuál es el límite? Juan introduce

el caso de 'Charlie Hebdo' como punto de inflexión para

la libertad de expresión, y es verdad, puede que en un

espacio público como las redes sociales sea necesario

establecer unas barreras, no hay que hacerlo todo siguiendo

la lógica de la libertad individual. Pero claro, ¿quién

establece lo que es aceptable y lo que no? Lo que está claro

es que las redes se han convertido en el campo perfecto para

un ejercito de personas que creen luchar por la justicia y lo 

políticamente correcto, son redes sociales como twitter la

plataforma perfecta para estos grupos que dedican su actividad

a organizar linchamientos digitales.

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Por lo tanto, es necesario defender el pensamiento crítico y la libertad de opinión, ya que una sociedad justa se construye en base a esa libertad mencionada anteriormente.

El sentimentalismo y superioridad moral de estos grupos deben de permanecer 

subordinados. Lo racional debe imperar. 

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